Por Naiara Álvaro
Libe Fernández es una especialista en Rehabilitación, Restauración y Patrimonio arquitectónico, que realiza numerosos proyectos en el sector del turismo cultural, la comunicación en la arquitectura y la formación en el ámbito del patrimonio arquitectónico. Además, cuenta con un blog llamado Reharq* en el que difunde el patrimonio cultural de una manera divertida.
Hablamos por Zoom sobre la importancia de su labor en la difusión del patrimonio cultural, para incluir a Reharq* como un ejemplo de buenas prácticas en el estudio sobre Comunicación y Patrimonio que estamos realizando.
La mayoría de las veces el patrimonio se comunica desde una perspectiva académica y compleja. ¿Consideras que el uso de tecnicismos a la hora de comunicar excluye a muchas personas de disfrutar el patrimonio?
Yo creo que sí, hay que intentar mantener un equilibrio entre un mensaje riguroso y un mensaje atractivo. Lo que siempre hay que tener en cuenta es a qué público objetivo nos dirigimos, es decir, cuando nos estamos dirigiendo a un público que ya está formado en patrimonio y le ofrecemos un contenido que es para todos los públicos, seguramente le parezca algo escaso. Pueden pensar que han ido a un yacimiento, por poner un ejemplo, y que está de una manera tan banal hecho que igual les ha parecido un poco justo.
Entonces, aquí el punto es saber a qué público objetivo nos dirigimos y qué mensaje les damos. Las palabras técnicas existen, porque al final forman parte del argot del gremio o del sector, y son necesarias; los historiadores tienen unas, los arqueólogos otras, los arquitectos otras, los gestores culturales tienen otros términos… Lo que hay que saber es a qué público objetivo te diriges y utilizar un lenguaje acorde con ese público objetivo. Es muy importante.
También es verdad que no es lo mismo dirigirnos a un público que le gusta el patrimonio, con lo cual podemos poner tecnicismos y mucha emoción. Ahí los tecnicismos siempre van a tener lugar, pero si nos dirigimos a un público cautivo no. Se habla de público cautivo cuando son personas que casi no han elegido ir ahí, porque les han llevado en una visita del cole, de la universidad o les llevan sus padres. A ese público cautivo que realmente va ahí porque alguien considera que es interesante para ellos a nivel personal, a nivel de valores o a nivel histórico, es a quien hay que de alguna manera enganchar con el mensaje y, por supuesto, en ese tipo de público los tecnicismos no tienen lugar.
En Reharq* comunicas el patrimonio cultural de manera divertida, con recomendaciones sobre gastronomía, ocio, deporte... ¿Por qué optaste por este tipo de comunicación?
Te hago un breve resumen. Yo estudié arquitectura y trabajé en diferentes estudios. Uno de los proyectos que hice fue sobre el patrimonio en Navarra. Me gustó mucho este punto de qué conservamos, por qué no lo conservamos, por qué sí lo conservamos y para qué sirve todo esto que estamos conservando, si es una cosa de cuatro locos y cuatro románticos.
Entonces, cuando hice el posgrado, que lo hice en Barcelona, en la politécnica de Cataluña, ocurrió que de repente encontré como ese punto de algo que me gustaba. ¿Por qué no dedicarme a la intervención en patrimonio no propiamente dicho, sino a la difusión y a la comunicación? Ésta al final forma parte de toda esa cadena y muchas veces hay muchos ejemplos en que se ha intervenido un patrimonio, se ha puesto en valor, pero luego no ha habido un proyecto de comunicación, no ha habido un proyecto de sociabilización, con lo cual, al final esa inversión que se ha hecho en lo material no ha servido. Tiene que tener un engranaje.
El proyecto que yo hice de posgrado era la puesta en valor de un castillo en la provincia de Toledo. Normalmente los castillos, por cuestión de la función que se tiene, que es divisar y proteger, siempre están en un alto. En este pueblo me llamó la atención que estaba embebido dentro de las casas, con lo cual tenía una particularidad. Al final es que las casas fueron ganando terreno al monte y llegaron hasta el castillo. Entonces, no lo encontramos, fuimos en coche y cuando estábamos preguntando: ¿y el castillo? “Esa cosa rota y sucia que veis ahí a la vuelta de la esquina”. Y dije, fíjate, nosotras que veníamos desde fuera íbamos como “ay, vamos a ver el castillo”. Sin haber ido ya habíamos hecho nuestro estudio de qué tipos de valores tenía, si tenía valores históricos, si tenía valores identitarios... y realmente la gente que estaba allí no lo apreciaba. Yo ahí vi que había una pata muy coja y que quizás podría meter un poco la patita.
A mi lo que es el tema de comunicación y la escritura se me da bien, cada uno luego tiene que saber sus talentos, también me he formado en ello. Junte un poco las dos cosas: junté mi preparación con lo que me gustaba, y me formé a nivel de comunicación. Yo vi cómo se comunicaba el patrimonio en ese momento y dije: “hay que hacerlo más divertido”. Me inventé el término de diverfusión del patrimonio. Yo empecé con esto en el 2013, hace ya unos cuantos años, con lo cual, en su día era una idea más puntera. Además, me dieron un premio de innovación, con lo cual, en ese momento sí que fue como muy rompedor.
Luego lo que hice fue a ese público cautivo que decíamos al principio, decirle que esto no es solamente ir y que te cuenten todas las fases históricas que ha habido o qué reyes han vivido ahí o quién lo ha construido; esto va de qué historias han vivido en esos muros, cómo es llegar hasta ese castillo, cómo es el paisaje, ese bar donde luego puedes tomarte de la mejor tortilla, porque forma parte también de la experiencia. Ese día llegas a casa y dices, “qué maravilla”, y ya no te quedas solamente en la historia del castillo, sino que vas más allá. Realmente yo hablaba de experiencias en el blog. Por supuesto que en muchos momentos doy la chapa histórica, a mi me encanta hablar de las etapas constructivas, porque al final dice mucho del edificio.
A pesar de que mi idea era solamente dirigirme a ese público cautivo, luego descubrí que muchos arquitectos y muchos historiadores aprecian esta labor que al final rompe con esa barrera comunicativa, y también lo leen. Con lo cual ahí he tenido suerte también, porque grandes profesionales han sabido apreciar este giro. Es el equilibrio entre que sea una cosa banal y divertida. Ahí es donde se mueve Reharq*.
En tu blog unes dos de tus grandes pasiones: el patrimonio y el turismo. ¿Crees que compartir tus experiencias de una manera divertida pero respetuosa anima a tus lectores a realizar un turismo sostenible?
Sí, yo creo que sí. Al final cuando se habla de paisaje cultural parece que hablas de naturaleza, pero hablas de todo. Hablas del enclave patrimonial, del hito patrimonial, pero hablas de todo lo que le rodea. Había un arquitecto italiano que hablaba siempre del edificio patrimonial y de su entorno. Al final muchas veces hablo de cómo antes se construía de una manera muy sostenible, de cómo los grandes muros lo que hacían era aislar, de cómo los tapices también lo que hacían era aislar del frío en los castillos... También tengo algún artículo de los caseríos, de cuándo no había cristales. Al final son todo técnicas que hoy son como sostenibles, modernas, chic, casi hipster; pero eso se lleva haciendo durante mucho tiempo. Si no había cristales, con telas de algodón y con cera se hacían los cristales. En los caseríos cuando se ponían los animales debajo de la vivienda, también era para dar calor.
Entonces, también hablo de arquitectura sostenible o de patrimonio sostenible y por supuesto, intento contagiar la forma en la que yo tengo de viajar a nivel sostenible de naturaleza y a nivel sostenible de turismo. Rara vez he publicitado sitios que estén muy masificados, y de hecho, me acuerdo que una vez hice un artículo de las ruinas que hay en Bolonia. Me tocó una visita guiada donde había muchísima gente y sí que hice como una crítica de “qué pena que solamente haya una visita guiada cuando hay tantas personas que están interesadas”.
Yo creo que sí que ocurre mucho en redes sociales y blogs, que la gente que te sigue como que de alguna manera se mimetiza un poco con tus valores. Entonces, como a mi me gusta viajar de esta manera como más tranquila y sostenible, y poniendo ejemplos también de enclaves patrimoniales sostenibles, eso es un poco lo que reflejo.
El blog es muy personal, porque en realidad a mí nunca me han pagado por escribir en el blog, con lo cual he tenido total libertad para escribir. Lo que sí he tenido es luego muchos trabajos alrededor gracias al blog y a la identidad digital que yo he tenido, que son como trabajos aparte. Siempre he escrito lo que libremente he querido y lo que mis valores de alguna manera me guiaban.
Luego, bueno, ¿por qué mezclo el patrimonio con el turismo? Aquí hay mucha diversidad de opiniones, porque hay gente que piensa que si mezclas turismo con patrimonio como que se prostituye de alguna manera la cultura. Yo realmente creo que si no hay un turismo detrás, es muy difícil que el patrimonio se quiera conservar y se pueda conservar. Al final vivimos en Euskadi, tenemos muchísimo patrimonio, pero cantidades ingentes, y si no hubiera muchas políticas detrás de los departamentos de turismo de los ayuntamientos o de las diputaciones, sería difícil.
Al final hay que sacar algún rédito y además del económico puede ser social. Hay que combinar un poco las cosas porque el mundo es así, el mundo al final es capitalista, y la lástima es esa, que nuestros impuestos van a otras causas seguramente más loables. Pero la combinación de cultura y turismo, un turismo diseñado por personas con esa sensibilidad, con esos valores que hablábamos antes, es posible. Creo que es el momento de que los dos departamentos, sectores o puntos de vista vayan de la mano, aunque yo creo que cada vez van más de la mano.
Además de la iniciativa Reharq*, también has dado conferencias y workshops sobre la comunicación del patrimonio. ¿Cuáles son las ideas principales que intentabas transmitir?
No he cobrado por escribir en Reharq*, pero he tenido los mejores trabajos del mundo. El primero fue ir a la Habana una semana a las jornadas que había de arquitectura vernácula y aproveché para hablar de los caseríos.
Lo que hago en realidad es ir a esos lugares y transmitir mucho entusiasmo. Es como la seña que tengo de identidad. Cuando decíamos al principio de por qué hablas o por qué me lanzas ese mensaje de patrimonio divertido, pues porque ya hay muchas personas que han lanzado este mensaje como más serio, más riguroso, quizás no abierto para todos. Yo siempre intento decir: “es que estamos en el siglo XXI”. ¿Cómo nos comunicamos en el siglo XXI? Los mensajes tienen que ser a través de los hilos que tengamos de comunicación: no puedes hacer frases largas, tienen que ser mensajes más directos, tienen que ser vídeos más cortitos, que nadie tiene muchas ganas de leer.
Yo he estado en muchísimos sitios. En Latinoamérica, también en toda España... En Latinoamérica he estado en Cuba, en Uruguay y en Montevideo. También he estado en Ecuador. Son todo propuestas que me han llegado por el alcance del blog, que es un blog de patrimonio, no nos olvidemos, no es una cosa como las Pombo. Al final esas cosas llegan y la gente quiere que les cuente: “¿cómo lo haces? Porque si tú has logrado esto y tu patrimonio ha llegado hasta nosotros, nosotros también queremos que nuestro patrimonio en Ecuador llegue a España o que llegue a nuestros turistas”.
Sobre todo hablo de cómo hay que enfocar siempre los mensajes y, en realidad, yo trabajo de esto. Hay que enfocar nuestros mensajes para que lleguen a un público cautivo o para que lleguen a ese público muy interesado, y que le demos contenido de calidad y de valor. No es fácil, pero es posible, desde luego que sí.
¿Por qué es importante tener la capacidad de acceder y disfrutar del patrimonio?
Bueno, hace cinco años o así di un workshop a unos chicos y chicas de 17 años. Yo normalmente siempre lo estaba haciendo a nivel de universidad y en carreras ya muy dirigidas hacia la cultura o hacia la arquitectura. Esas personas que estaban ya estudiando eso, realmente no había que convencerles de por qué hay que conservar el patrimonio. Su discurso decía: “pues porque forma parte de la historia, porque son nuestros antepasados, porque hay que recordar el pasado para no volver a caer en los errores”. Cosas que más o menos las personas que trabajamos en esto y que creemos en esto tenemos muy integrado. ¿Y qué pasó? Pues que me llevé una sorpresa.
Fue justamente el año europeo del patrimonio y se puso bastante de moda ese año el patrimonio. La cosa es que hicimos un juego, les puse cinco patrimonios de Álava y cinco patrimonios del mundo. Dentro de los cinco patrimonios del mundo puse el Coliseo de Roma, alguno más, y los fiordos en Noruega, que no son nada conocidos, pero sí que son Patrimonio de la Humanidad. También les puse las fallas. Les mezclé un poquito patrimonios naturales, patrimonios construidos, y también inmateriales. En Vitoria les puse la catedral Santa María, que yo consideraba que para ellos era un referente. Les puse también el castillo de Portilla y el Gorbeia, como paisaje natural.
Entonces, ellos los patrimonios que reconocieron como principales y que hacían suyos son en Noruega los fiordos y en Álava el parque natural del Gorbeia. Ahí me hizo dar el giro, es que igual nosotros estamos anclados en el presente y estos jóvenes están más anclados en el futuro: el medio ambiente, el conservar la tierra... Sí que es pensar en recordar el pasado para mejorar el futuro, pero el patrimonio es lo que en el momento actual la sociedad le da valor. Igual en un pasado el patrimonio industrial era lo que nos daba valor y porque dice mucho además de nuestro patrimonio reciente, y en la actualidad sí que hay una nueva tendencia, en la que el patrimonio natural los jóvenes lo están teniendo como muy suyo.
Al final, también hay muchísimas campañas en pro de conservar el planeta, entonces desde pequeños nos hablan de la sostenibilidad del planeta. Lamentablemente, desde pequeños no nos hablan de que es importante conservar nuestro patrimonio construido, porque al final es nuestro legado. Entonces, ahí también entramos en los valores. Estamos en un momento de crisis en la sociedad, y sí que es verdad que yo a veces pienso que el patrimonio lo tiene complicado.
Cuando miras a tus abuelos hay muchas claves de quién eres tú. Ahí está la cosa, vivimos muy rápido, vivimos hacia el futuro. El patrimonio requiere un poco de mindfulness: “vamos a disfrutar de este momento en el presente, pero no nos olvidemos de lo que ha ocurrido antes”. Un poco en esa línea. Así que bueno, mientras sea un término cambiante… No sé, igual hace 50 años el top era el Coliseo, que a mi me seguirá pareciendo también dentro de 50 años, pero igual para las generaciones futuras son las cuatro colinas de Roma las que hay que conservar. Aquí hay debate, aquí hay debate.
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